En lugar de aquel centro de cuyo
nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un libro de los de hojas
de papel, tapa forrada y olor a nuevo. Un cuaderno con un lápiz, duelos y
quebrantos los sábados, viejos diccionarios, pinceles, bolígrafos,
plastidecores y hasta algunas notitas de
amor, yacían hacinados en lo que un día fue la biblioteca, sustituida hoy por
una sala de realidad virtual. En la ventana, un gato observaba con curiosidad
la escena. No había profesor, los alumnos llevaban unas gafas que reproducían lo que antaño fue una situación educativa
real, aquel artilugio demoníaco era capaz de resolver sus dudas, guiarlos,
corregir, no era extraño que el gobierno hubiese sustituido a todos los
profesores del centro por aquellas gafas milagrosas. Los alumnos ensimismados,
parecían prestar más atención a esa realidad creada, que a la realidad real, cada
uno sentado en su silla, con sus gafas mirando a la nada. Era el primer lunes
de mayo, y como cada primer lunes de mes, los jóvenes debían hacer una suerte
de trabajo en grupo, - ¿trabajo en grupo?- pensaban, - preferimos trabajar con
nuestras gafas y tablets, e interaccionar con nuestros spinners 3000,
- las personas somos demasiado complicadas-
murmuraban. La comunicación digital había invadido cada rincón de la
escuela, las nuevas tecnologías desempeñaban las funciones que tiempo ha solo
podían desarrollar las personas… Los profesores ya no éramos necesarios.
Un sonido atronador avisaba del
cambio de clase, pi pi, pi pi, pi pi… Mis ojos se van abriendo, doy un salto de
la cama y pienso en aquellas gafas… Mi mente vuelve a la realidad, no puedo distraerme,
es el primer lunes de mayo de 2030, y
hoy los profesores de secundaria tenemos un curso de TIC después de las
clases. Me despido de Silvestre, cojo mis libros y mis cuadernos de evaluación
y salgo para el garaje, aún quedan 30 minutos de camino para llegar al instituto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario